lunes, 25 de febrero de 2008

27.- AGUA SOY

Regreso a mi lugar de un largo viaje. He caminado sobre las aguas y roto mis sandalias otra vez. Lluevo con la lluvia. Todo agua, aspirante a vapor o espiración. Desvanezco en la caricia. Dulce de lluvia en el cielo de la boca de Dios. Sin paraguas para el abrigo, me abandono en el agua que soy y fluyo por la plaza de San Marcos. Me filtro invisible entre las raíces. Verde entre la piedra o por el árbol, musgo. Desciendo hasta el subsuelo como agua fósil y subterránea. Borboteo y me relanzo hacia la luz. Bajo la calle y sigo las huellas de pasos sin nombre, que se cruzan, que huyen y se adelantan, hasta precipitarme debajo de unos pies peregrinos que chapotean sus heridas en cada charco. Lluevo con la lluvia y discurro por cada cuerpo, en una travesía sin rumbo, ciega, navegante, descubriendo nuevas rutas. Y al fin me voy con ellos, confundida entre la blusa, y el calcetín, en la caricia. Me desvanezco en el beso, en la saliva dulce descolgada por el filo de unos labios advertidos que se cierran, se lamen o cantan.

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