
Entre mis ojos y el mundo se interpone una cortina de niebla que me obliga a mirar la vida entre sombras acuáticas. La melancolía y la desgana se confunden con el sueño y el cansancio sin razón. A dónde me dirigen estas aguas que me arrastran sin voluntad por las calles y de nuevo, de vuelta a casa.
Ella pensaba que no existía tristeza ni misión no vencida con un buen café. He aquí el café, la mesa, la soledad. He allí el embuste y la confusión entrampando los sentidos.
Hoy no es día para nada y entretanto me complazco observándolo todo, traduciendo los signos de las cosas, añadiendo apuntes al vacío de esta página y demorando los asuntos, mientras la noche me cierra el paso para abrirse camino.
Perdura incógnito el destino como la roca a la que sólo una gota de lluvia , o una esperanza, puede horadar.
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