Valió la pena convertirse en nada. Fundirse en el frío y no compartir el paraguas con nadie.
Valió la pena desaparecer entre las mujeres, fortalezas o enanas, y en la sombra contar cada uno de sus pasos. Escuchar las corrientes subterráneas de la ira y abrazar la risa como única tabla de salvación.
Ella decía: “Me siento humillada o tengo envidia, no lo sé ...Y tú, ¿qué dices?”.
La tarde crece a sus espaldas y la Coca Cola le reconstituye. Confía en esa habitación que ahora se ensilvece y que al fin es su mundo, donde se perpetúa y se asombra descubriendo el pulso de su vida en cada objeto. La lámpara, el teléfono, la silla, el altavoz, la palabra y una enredadera que crece apoyada sobre un folio. Extremidades endógenas superiores e inferiores de un solo cuerpo . Todo le describe y escribe con el desaire de un loco o con la embriaguez de un niño y se olvida de las reglas. Lejos quedaron los demás y desde este mirador, no hay futuro que no advierta seguro de ser el futuro esperado. O acaso el suyo.
Valió la pena desaparecer entre las mujeres, fortalezas o enanas, y en la sombra contar cada uno de sus pasos. Escuchar las corrientes subterráneas de la ira y abrazar la risa como única tabla de salvación.
Ella decía: “Me siento humillada o tengo envidia, no lo sé ...Y tú, ¿qué dices?”.
La tarde crece a sus espaldas y la Coca Cola le reconstituye. Confía en esa habitación que ahora se ensilvece y que al fin es su mundo, donde se perpetúa y se asombra descubriendo el pulso de su vida en cada objeto. La lámpara, el teléfono, la silla, el altavoz, la palabra y una enredadera que crece apoyada sobre un folio. Extremidades endógenas superiores e inferiores de un solo cuerpo . Todo le describe y escribe con el desaire de un loco o con la embriaguez de un niño y se olvida de las reglas. Lejos quedaron los demás y desde este mirador, no hay futuro que no advierta seguro de ser el futuro esperado. O acaso el suyo.
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