Arrastro en mis botas todo el cansancio de esta ciudad. Mientras, en mi cabeza no paran de revolotear pensamientos divergentes que buscan nido al caer la tarde. A estas horas desearía convertirme en estatua ecuestre apuntando a la primavera. Permanecer insensible al roce del musgo que me escala con ansias de ocupación. Ignorar al niño que se columpia en la cola de mi caballo y a aquel otro, ya a lomos de mi brazo. Y dormir plácidamente el sueño de Endimión al arrullo del viento en la plaza.
viernes, 22 de febrero de 2008
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